DESCARTES Y LA RELIGIÓN
A continuación vamos a seguir con una actualización sobre la unión
de Descartes y la religión. Para ello deberemos diferenciar dos
conceptos para profundizar en esta actualización. Estos dos
conceptos son Iglesia y religión. El término Iglesia lo definiremos
como una organización espiritual con normas, a diferencia de la
religión que es un término un tanto amplio y complejo donde lo que
importa es la espiritualidad. Sabiendo esto entonces, remarcaremos
que Descartes defiende la religión, pero no a la iglesia.
Por otra parte debemos
saber que Descartes nació en una Francia muy catolicista. En ese
momento, la religión en Francia era una de las cosas que mas daban
para hablar, ya que si la contradecías podías ganarte tu propia
muerte.
El año 1619, una fecha especialmente notable
para Descartes, en la que describe como se sucedieron tres sueños de
forma sucesiva que acabaría interpretando como un mensaje divino,
cómo si se le hubiese aparecido el mismo Dios en pos de que se
consagrase a su misión filosófica. Este hecho no deja de chocar con
el carácter escéptico de Descartes y con el hecho de ser uno de las
mayores referencias del racionalismo.
Una de las principales
máximas de Descartes, en referencia a su ópera prima “el Método”,
y que adoptó en pos de la búsqueda de la verdad sin ningún
peligro, es la de “conservar constantemente la religión en que por
la gracia de Dios había sido instruido desde la infancia”.
En su pugna por la defensa
de la religión y no a la Iglesia, Descartes vuelve a verse en
conflicto con la misma cuando argumenta acerca del “genio maligno”,
hablándonos de la existencia de un ente, un ser, algo superior, pero
no un verdadero Dios, que provoca de forma continuada nuestros
errores y que nos hace equivocarnos en todo lo que hacemos, llegando
incluso a los albores de la ciencia más exacta, las matemáticas,
siendo éstas últimas hasta el momento la única y verdadera certeza
absoluta. Más adelante, es el mismo Descartes mediante “el Método”
el que demuestra la imposibilidad de su hipótesis.
En conclusión, Descartes llegará a Dios más que como consecuencia de que Él sea necesario para explicar nuestra creación, porque es necesario para explicar la conservación de nuestro ser.